¿Por qué las lluvias y ráfagas de viento logran botar árboles de gran tamaño en zonas urbanas?

Image

Según el académico de la Universidad de La Serena, Cristian Ibáñez, la respuesta no solo está en el clima, sino también en la elección de especies, el manejo forestal y la falta de planificación de los municipios.

Durante el último sistema frontal, seis árboles cedieron ante la fuerza del viento y la saturación del suelo en La Serena y Coquimbo. Lo mismo ocurrió en otras ciudades del país, lo que dejó en evidencia nuevamente una problemática que genera riesgos para la población y también que hace recordar los efectos que puede tener el cambio climático en las especies.

El Doctor en Biotecnología Vegetal Cristian Ibáñez Gutiérrez, académico del Departamento de Agronomía de la Universidad de La Serena, explicó que la caída de los árboles en entornos urbanos no es un fenómeno aislado: “Generalmente, la caída de los árboles está asociada a los temporales de viento y lluvia, pero esa es la última causa. Hay una serie de factores técnicos y ambientales que debilitan a la planta desde antes”, detalló.

Entre las causas técnicas, Ibáñez destacó la elección inadecuada de especies, la forma y lugar de plantación y las prácticas de mantención. “Árboles grandes plantados en espacios reducidos, con suelos compactados o pH inadecuado, terminan con sistemas radiculares débiles. Las podas drásticas, heridas mal cicatrizadas y riegos mal planificados también contribuyen a su fragilidad”, señaló el experto.

El entorno natural tampoco ayuda: “La combinación de suelos áridos, sequías prolongadas y lluvias intensas como las registradas en este último sistema frontal genera estrés hídrico y saturación del suelo. Esto hace que incluso árboles saludables pierdan estabilidad frente a ráfagas de viento”, añadió Ibáñez. El académico también apuntó que ciertas especies introducidas, como plátanos orientales, ya no se adaptan al clima árido de zonas como La Serena y Coquimbo, que presentan sistemas radiculares debilitados con el paso del tiempo.

Frente a estos riesgos, la prevención y mantención son claves. Ibáñez recomendó planes de poda estructural, riego tecnificado y control de plagas, junto con inventarios digitales de arbolado para monitorear la sanidad interna de los árboles. Además, insistió en la educación ciudadana: “Informar a la población sobre el cuidado de los árboles y cómo detectar signos de enfermedad permite actuar antes de que ocurra un accidente”.

En tal sentido, sugirió iniciativas concretas de participación ciudadana: “La educación de la ciudadanía es clave y se debe abordar desde todos los niveles, incluso desde los más pequeños. Por ejemplo, en la Pampilla, cada asistente podría plantar un lucumillo, un arbusto nativo endémico y en peligro de extinción. Con un plan como este, la municipalidad de Coquimbo podría plantar 20.000 lucumillos, mejorando la biodiversidad, cuidando plantas nativas y armonizando el arbolado urbano”

La caída de árboles está demostrando que la combinación de factores humanos y naturales hace del arbolado urbano un sistema vulnerable ante eventos climáticos extremos. “La planificación, elección de especies adaptadas y mantención periódica son fundamentales para proteger tanto a los árboles como a la comunidad”, concluyó Ibáñez.